Tras Pasar unos días en Cajamarca, decidí dirigirme hasta Trujillo. Una de las ciudades más importantes del Perú, pues desde hace mucho tiempo es la ciudad colonial más linda del país. Sus fachadas con las ventanas enrrejadas con lindos motivos. Parece darle un aire muy Andaluz a esta ciudad, ubicada a pocos kilómetros del mar, que ya se siente en el aire, con olor a marecía.
Su plaza de Armas es todo un desparpajo de belleza. Muy bien preservada, alrededor de ella, no solo se encuentran los principales organismos público, sino los más importantes comercios y hoteles. Aún hoy al entrar en estas antiguas casonas, uno revive los años señoriales.
Famosa no solo por sus fachadas, Trujillo tiene una merecida reputación por sus Cebiches.Cebiches producidos con los más frescos pescados y mariscos. Procedentes de las aguas que bañan las costas del Perú por estas latitudes.
Quizás el secreto de tan sabroso plato, sea fruto de la pasión y tradición que aun mantienen los pescadores del cercano pueblo de Huanchaco.
Donde cada día a lomos de sus caballitos de mar o Caballos de Totora, un grupo de hombres, amantes de la mar y de sus artes, se hacen a la mar, para con el mayor de los respetos extraer sus tesoros. Tesoros que se convierten en deliciosos manjares.
Pero no todo es comer y pasear. Pues a mitad de camino entre Trujillo y Huanchaco bajo las arenas del desierto que abraza esta costa, se encuentra la ciudad de adobe más larga del mundo, CHAN CHAN. Construida por el Imperio Chimu entre sus laberintos y pasajes, escondidas tras sus murallas, se aprecia los elementos ornamentales y decorativos en las diferentes salas que componen estas edificaciones.
 
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