Tras un descenso vertiginoso en bicicleta, por la famosa carretera de la muerte. En a penas unas horas pasa de la puna del altiplano, a travez de las yungas, hasta las verdes colinas de coroico.
Allí entre cafetales, escondidas para los más curiosos.
Pequeñas cascadas, hacen de este lugar un paraje exotico.
En los intrincados pasadizos de esta yunga hay mil y una sorpresa para el deleite de cualquiera que se aventure ha salir un poco.
Aunque siempre no falta algún curioso, que te mira con cara de estraño.
De aquí, uno no puede irse sin antes degustar el sabroso y aromático café. Que aun se elavora y cosecha como antaño, por la pequeña comunidad Afro que aun recide en la zona.
Vestigio de la epoca de la esclavitud.
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